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Monday, January 24, 2005

Los ángeles

Ellos son los ángeles que traen la muerte

Ellos son los que vuelan a tu alrededor revoloteando sus alas

Ellos son los que te arrancan el corazón del pecho

Los que adormecen los nervios y entumen las manos


No son ángeles de Dios, no son del Diablo

Son los que te miden, te exigen, te pesan, te dividen, te etiquetan, te dudan


Te hacen creer que existes, te hacen creer que importas

Son los que al final del día te llevan a tu cama

Y te murmuran que si te esfuerzas serás mejor mañana.



Fabiola

Enero de 2005

Ciencia y Religión

No entiendo cual es la gran controversia entre la ciencia y la religión

Para mí son la misma cosa.

Ambas tienen sus dogmas de fe, sus ciegos seguidores, sus santos y sus dioses.

Ambas nos dejan con más preguntas que las que pueden responder.



Fabiola

Enero de 2005

El que nace para poeta...

El que nace para poeta

del cielo le caen los poemas.



Fabiola

Enero de 2005

Friday, January 21, 2005

La Reunión

Si tan sólo supiera quienes van a estar en la fiesta podría por lo menos imaginármela, pero nadie me quiso dar señas de lo que me espera. Ojalá que no sea una de esas reuniones aburridas llenas de elogios, promesas, reconocimientos, y nada de lana.

No me sentiría así si tan sólo me saliera algo, pero estoy más seco que nunca, ni una pinche palabra en días, ni siquiera una mediocre, nada. Creo que es esta mi parada, no es la que sigue. ¿Cuándo irán ha hacer los vagones del metro más grandes para que quepamos todos?

Ojalá que esté Paola con una de sus falditas chiquitas, por lo menos eso le traería entretenimiento al asunto. Me dijeron que tal vez va a estar el hijo de González-Caballero. Lo que es haber nacido en buena cuna. Como si se lo mereciera, con una palabra de su padre basta para que todas las editoriales esten a sus órdenes. Pinches niños ricos, escribiendo de pobreza, luchas y marginación, como si tuvieran corazón para sentirlo.

Aquí es donde me bajo, creo que voy a llegar temprano, el metro se tardó menos de lo que esperaba. Puedo caminar por aqui para hacer tiempo. El mercado todavía no cierra. Desde pequeño me gusta el olor de los mercados, los marchantes cierran sus puestos, tapan las torres de frutas con lonas de colores, los perros se preparan para dormir, los sonidos han cedido ante la ausencia de luz. Una señora envuelta en su reboso, pequeña y sumisa camina hacia a mi, cada una de las arrugas de su cara me pueden decir algo, no sé si lo que quiero escuchar, pero lo tengo que oír. ¿Qué le puedo dar?, No tengo nada, ni una sola pinche palabra mediocre. Perdóneme señora, sólo tengo dinero para darle. ¡Que vacuidad!, sólo dinero. Me extiende la mano, me dice algo tapándose la boca. Meto mi mano al bolsillo, le doy todo lo que tengo menos mi boleto de regreso.

Sin vacilar dirijo mis pasos de vuelta a la estacion del metro.

Fabiola

Enero de 2005

El arte de hacer dinero

¿Trabajar en el arte?

¿Trabajar para el arte?

¿Hacer dinero para hacer arte?

¿Hacer arte para hacer dinero?


Fabiola
Enero de 2005

Thursday, January 13, 2005

Su sueño

Su sueño era comprar una casa en las afueras de ciudad. Habían esperado varios años para lograrlo. Después de una larga búsqueda eligieron una casa que reunía las características que ambos deseaban. Tenían menos de un mes de haberse mudado, todavía acostumbrándose al medio ambiente. Estaban rodeados de árboles y un pequeño lago se dibujaba en el horizonte.

Martín tenía que manejar cerca de una hora y media a su trabajo, pero no le importaba, valía la pena el viaje. La casa no era grande, suficiente para ellos dos. Valeria, había transformado la terraza en su estudio, lleno de luz y colores vivos que le regalaba la naturaleza.

Era jueves, llovía a cántaros, lo que empeoró el tráfico, Martín trató de no hacer coraje, esta vez no tenía prisa por llegar. Valeria lo esperaba con pan recién hecho y café colado. Sentados a la mesa, conversaban de las cosas de hoy, él contestaba vagamente, sin hacer muchos comentarios. Un tenue murmullo los acompañaba, Martín no hizo caso, pero Valeria le preguntó: ¿Qué es eso que se oye?. -No sé, ha de ser algún animal.

Martín trabajaba para la industria del papel, tenía un puesto de contador, en la oficina principal. Su secretaria Blanquita como él la llamaba, estaba enamorada del él desde el primer día. Él lo sabía, pero para evitarse problemas en la oficina había preferido no hacer nada al respecto. Como él lo ponía, amaba a Valeria, era una mujer excepcional, pero él necesitaba algo más. Blanquita tenía 21 años.

Hoy él se había sentido vacío, deseoso, solo. Blanquita, había entrado a la oficina para discutir con él el reporte de la próxima semana. Él, de la nada, la invitó a comer. No pudo frenar su impulso. Durante la comida, en un lujoso restaurante, hablaron del reporte y de ellos. Él mintió diciendo que tenía problemas con su esposa, Blanquita lo miro con compasión creyendo cada una de sus palabras. Cuando él pensaba en ella, su mente visualizaba un venadito, frágil e inocente. Al despedirse él se le acercó y la besó. Blanquita respondió entregándose en ese instante en cuerpo y alma.

Valeria lavaba los trastes, sus pinceles descansaban en el escurridor de platos. Martín la ayudaba a recoger la mesa. –Valeria, no pongas aquí tus pinceles, los trastes se llenan de pintura. Ella no contestó, sabía que él estaba molesto por algo. No quiso preguntar por que, esperaría a que se le pasara.

El sonido de afuera se incrementaba en intensidad. Ahora podía distinguir que era. Se oía el cantar de las ranas. La lluvia las había inspirado. Se río de ella misma, eso demostraba que todavía le hacía falta mucho que aprender de la vida afuera de la ciudad.

Martín, prendió la televisión para ver las noticias. Valeria quería hablar con él sobre su nuevo proyecto, pero esperaba encontrarlo de mejor humor para ello. Tampoco quería decir el típico: “Martín tenemos que hablar”, por que eso lo pondría a la defensiva. Se sentó junto a él y vieron las noticias.

Era más difícil oír, las ranas sonaban más fuerte. Martín por fin se percató del sonido. “Oye, esas ranas si que cantan fuerte”, “Sí, ¿verdad?, parece que están aquí afuera”. “Cómo crees?, el laguito esta bastante lejos”. Por un momento se vieron a los ojos, él bajó la mirada, no podía ver a Valeria a los ojos. Tomó el control remoto subió el volumen y siguieron viendo el televisor.

Valeria se levantó para ir al baño, desde la ventana del baño el canto de las ranas se oía como cristal. Se dirigió a su estudio, y tomó la carta de invitación para exponer en Guatemala. Esta gira le representaba viajar por el país por más de un mes y medio. Sabía que eso a Martín no le iba a gustar. Tendría que decírselo suavecito, como no queriendo la cosa, para que al final él le dijera que era una oportunidad maravillosa y que no la dejara de ir, como si fuera de él la idea.

Martín trataba de concentrarse, pero sólo podía pensar en una sola cosa. Blanca. Sonó el teléfono, Valeria guardó la carta en su pila de papeles y contestó desde el pasillo. “Bueno, bueno…”. “Martín no puedo oír el teléfono esas malditas ranas no dejan de cantar”. Martín tomó el teléfono que tenían en la sala, pero con el volumen del televisor y el canto melodioso de los batracios tampoco pudo oír nada, tuvo que colgar, disimuladamente miró el identificador de llamadas, el número en la pequeña pantalla era el de casa de Blanca.

-Martín, ¿crees que esta bien que las ranas se oigan tan cerca?, - No sé. Se oyen como si estuvieran en la puerta. No acabo de decir esto cuando un golpe seco se escuchó en la puerta. Se tomaron de la mano y se dirigieron a la ventana. Caminaban despacio, tenían que gritarse por que el ruido era tal que había ensordecido el televisor.

- Martín, vamos a llamar a la policía.

- ¿Y qué les vamos a decir?, ¿Que tenemos un bonche de ranas escandalosas?

Valeria, llegó primero a la ventana, deslizaba con terror la cortina, cuando sonó de nuevo el teléfono. Martín corrió para contestarlo, Blanca otra vez. Con el sonido del teléfono Valeria dejó la cortina en paz, descolgó con cuidado la bocina para saber quien era. Martín gritaba en el teléfono, pero no pudo oír nada, se oían voces, no podía distinguir nada de lo que decían. Valeria se tapo el oído para poder escuchar. Entre palabras pudo poner juntas Martín, te amo. Sono el segundo golpe en la puerta.

Esta vez vio que Valeria le gritaba visiblemente enojada. Martín no podía escuchar nada. Ella agitaba sus brazos y lo señalaba, Martín entendió que Valeria había escuchado algo de Blanca. El canto de las ranas había tomado control del ambiente. No había nada más que aquél sonido, lo sentían en el pecho, lo sentían con dolor. Martín como pudo caminó hacia Valeria, la abrazó y pensó: Perdóname. Ambos esperaron el tercer golpe. El definitivo.

Fabiola

Enero de 2005

Friday, January 07, 2005

Le decían el flaco...

Le decían el flaco, mi prima había pasado por mí, íbamos a ir a cenar a Las Palmitas, en San Antonio, en el carro apenas cabíamos, la ventaja es que el flaco en realidad estaba flaco y podíamos viajar cuatro en el asiento trasero. Era la primera vez que lo veía, no pensé nada.

Yo había llegado el sábado, vivía en la Ciudad, tenía casi cuatro años sin visitar a mi familia en Higuera. No podía evitar la mala disposición de algunas personas, unos sólo me trataban mal otros eran abiertos en el asunto. Mi prima mayor siempre tenía que sacar la cara por mí, por que yo no me sabía defender, no de esa manera, en primer lugar, no sabía por que estaban enojados.

El flaco, había sido de los pocos que no habían hecho comentarios sobre mi lugar de residencia, viajábamos apretujados en el asiento trasero, escuchando la música esquizoide de mi prima. Podía sentir los huesos afilados de la cadera del flaco, él trataba de disimular su interés en mi escote. En la carretera no había nadie, no había nada, sólo nosotros.

Pasamos el barrio el Oasis, el flaco miró la intersección de reojo como presintiendo. De las sombras salió un carro que nos echaba las luces, mi prima quien iba al volante, aceleró, haciendo lo que cualquiera hubiera hecho, el carro sin más se nos puso al lado, eran dos los tripulantes, los dos clavaron la mirada en el flaco. Mi prima de inmediato dijo:

- Flaco, no me digas que te andan buscando.
- Nada pasa, tú sigue

El carro se alejó, el flaco se quitó despacio el reloj, y me lo dio. “Guárdame esto, ¿quieres?”. Ya no había vuelta. No habíamos viajado ni dos minutos cuando el carro que nos rebasó se hallaba obstruyendo el camino. Tuvimos que parar, mi prima gritaba histérica más de 7 insultos por segundo, todo un record. El flaco me miró, me guiñó el ojo y salió del auto junto con el novio de mi prima quien viajaba en el frente. Todos los demás nos quedamos boquiabiertos adentro.

La música seguía, mi prima seguía, yo sostenía el reloj del flaco, tengo que aceptar que me gustaba la familiaridad con la que me trataba. El bajó sacudiendo las manos en el aire, gritando frases inteligibles, para mí, no estaba acostumbrada al acento. Se encontraron frente a frente, los cuatro se veían, a nadie se el ocurrió apagar la música para escuchar lo que se dijeron, los del otro carro se veían enojados y dispuestos a lo que fuera. El flaco y el novio de mi prima esperaban.

Los golpes comenzaron, el flaco se daba con el más alto, el novio de mi prima con el otro. La disputa no duró mucho, yo no me había atrevido a parpadear, sentía como un vacío en el estómago, mi corazón latía junto conmigo, no podía dejar de mirar el ralo cuerpo del flaco, se movía con una determinación de por lo menos 100 kilos, mi respiración se aceleraba, preferí cruzar las piernas, para prevenir cualquier cosa.

El sangrante flaco subió al carro, seguido del novio de mi prima. Me sonrió como un chiquillo y pasó su brazo por mi hombro, haciéndome suya. Los contrincantes se quejaban en el suelo, los rodeamos por el acotamiento y nos alejamos. Mi prima no paraba de insultar así estaba desde que todo empezó, todavía a nadie se le había ocurrido apagar la música. Creo que la sangre fue la razón por la que no fuimos a cenar, en lugar de eso fuimos a la sala de emergencia de San Antonio. Al flaco le dieron 4 puntadas en la ceja y al novio de mi prima le dieron unos analgésicos por que parecía que tenía una costilla rota. Decidieron no levantar cargos.

La Higuera parecía un pueblo fantasma después de las 8 de la noche, fuimos a dejar a cada uno a sus respectivas casas, el flaco pidió que lo fueran a dejar a él por último, así tendríamos el asiento trasero para nosotros solos, no necesitábamos mucho espacio, estábamos uno sobre el otro, besándonos mientras mi prima manejaba.

Me acariciaba con sus huesudas manos, parecía un halo, un suspiro. Me buscaba y me encontraba en rincones, mi mente estaba en blanco, concentrada en sus manos en mi piel, no habían frases en mi mente, imágenes solamente, colores, sonidos. Él tenía un aire de confianza y camarería, él sabía lo que había que hacer, como si hubiese estado en esta situación miles de veces, sus ojos medio abiertos emanaban luz, mientras su lengua me dibujaba.

Mi prima miraba por el retrovisor y su novio le pasaba el toque. Paramos frente a casa del flaco, me dio un beso en la frente, y se despidió de lejos. En el barrio donde vivía el novio de mi prima la luz pública no era muy eficiente, así que pasamos largos tramos en total oscuridad, en silencio. Su maltecho novio se bajó de auto todavía quejándose de su costilla, balbuceaba cosas bonitas, por efecto de los analgésicos y la mota.

Yo no sabía que pensar, sostenía en mi mano el reloj del flaco, había olvidado devolverlo. Mi prima con su mirada maliciosa me dijo: - ¿Y?, yo sólo le sonreí, no quería que me echara a perder el momento, no tenía ganas de explicarlo. Pensaba en lo aburrida que era mi vida en la ciudad, pensaba que esta era la libertad de la que tanto hablaban. Comenzaba a construir ideas en mi mente, en todas el flaco estaba presente.

Mi prima sin más bajó el volumen de la música, me dijo: “¡Qué lástima que esta casado!”. Escuché en silencio. Mi prima al ver que no reaccionaba siguió, “se casó el año pasado, su mujer esta visitando a sus papás en los Estados Unidos”. Mi prima hablaba, pero yo no escuchaba, todo lo veía como en cámara lenta, pensando que tal vez despertaría pronto. Abrí la ventana, pude sentir el aire en mi cara, la misma cara que hacía unos instantes besaba el flaco. El reloj lo tiré por la ventana. No abrí la boca el resto de la noche. Mi prima al terminar su monólogo subió el volumen a la música.


Fabiola
Enero de 2005










Sunday, January 02, 2005

Juan

- Juan, necesitamos hablar.

-¿De qué?

- Hoy fui al doctor

- ¿Y?

- Estoy embarazada.

-¿Estás segura?

- Sí

- ¿Y qué quieres hacer?

- ¿Cómo, que qué quiero hacer?, pues nos tenemos que casar.

Después de una ceremonia apresurada y mal organizada, ya estaban casados. La familia de ella no estaba contenta con las circunstancias, pero el hecho de que Juan respondió hablaba bien de él.

La mamá de él y su hermano, prefirieron no meterse en el asunto y se limitaron a ayudar en lo que pudieron sin decir nada más de lo necesario. Después de todo Juan tenía 30, para la madre era un alivio que ya estuviera casado, y esperando familia. Pensaba que después de todo el esfuerzo que había hecho para ayudarla a ella y a su hermano, él se merecía hacer su vida.

Juan no quería pensar mucho, hizo lo que sintió debía de hacer, además la mayor parte del tiempo, ella ya tenía decidido que se debía de hacer. Juan no se metía, la dejaba, lo menos que quería era tener problemas.

Se fueron a vivir al fraccionamiento Francisco Villa, a sólo unas cuadras de la casa de los padres de ella. Rentaban un departamento pequeño, pero suficiente para la recién iniciada familia. Los vecinos eran parejas jóvenes con hijos pequeños, un ambiente adecuado para que creciera el bebé.

Él trabajaba para la empresa de Cable de la Ciudad, se consideraba afortunado por tener un trabajo, después de lo que pasó su hermano para conseguir uno después de su graduación. Juan había empezado como chofer, de mirar y hablar con los técnicos, ahora sabía igual o más que algunos de ellos.

Trabajaba duro para que le dieran unas de las gerencias, ocho años tenía en la empresa, y era supervisor de área. Él se la merecía la gerencia más que los niños “popis”, que llegaban a la compañía con todos sus títulos, y que no sabían nada del negocio. Juan trataba de convencerse que ahora tenía un motivo por el cual esforzarse, pero no daba mucho resultado.

Por las noches, cuando se iba a dormir, se preguntaba si estaba enamorado, cerraba fuerte los ojos y trataba de pensar en otra cosa, en el corazón tenía la respuesta. Sin embargo la idea de ser padre, lo emocionaba, y lo hacía sentir cariño por ella.

Para Juan las mujeres representaban un dilema, con la separación de sus padres él se tuvo que hacer cargo de la casa, sin palabras su madre lo había absorbido, creándole un sentimiento de amor-odio- frustración- miedo hacia ellas. Perdió su virginidad tarde en comparación con sus primos, no disfrutaba de las conquistas, al contrario, prefería vivir tranquilo sin sobresaltos.

Su esposa era la tercera mujer con la que había estado. Le intrigaba la razón por la que ella se embarazó, el cuerpo y sus funciones no eran su fuerte. Aceptó la idea del bebé y de compartir la vida con ella. Después de todo ella era buena mujer, la casa siempre estaba limpia, nunca faltaba qué comer, y la ropa estaba arreglada. Ella no era muy bonita, pero a quién le importaba la belleza. Pensaba.

La vida de casado le vino bien, había aumentado unos kilitos de la buena cocina y los cuidados de su esposa. Además, siempre es bueno dormir con alguien. En la compañía, la evaluación semestral se acercaba. Mientras su esposa crecía. Tenía que quedarse tarde a trabajar para cumplir con la evaluación. Pronto llegaría el bebé, el sexo era nulo.

En unas de esas largas noches, decidió darse un tiempo para resolver su problema sexual, cerró la puerta de la oficina, se puso cómodo y buscó compañía virtual. Su computadora contaba con una cámara, lo que facilitaba las cosas.

De sus compañeros había aprendido a entrar a las salas de charlas, buscaba algún nombre que le llamara la atención y ya estaba conectado en cuerpo y alma a la pantalla. Dependiendo del ánimo en el que se encontrara comenzaba la conversación suave dando tiempo o bien iniciaba tirando directo al blanco.

Revisó la lista de personas disponibles en el área y eligió a CaTaRiNa_24, más por la edad que por el nombre. Después de un par de preguntas, él le dijo

-¿Qué quieres que hagamos?, ella contestó: -lo que quieras,

-¿tienes cámara?,

– No,

-¿Qué lástima?,

-¿Por qué?,

-¿Por qué me gustaría verte?,

-¿Estás casado?,

-¿Por qué?,

-Por que me encantan los casados,

-Sí,

-¿Tienes hijos?,

-Casi,

-¿Cómo?,

-Mi esposa esta embarazada, pero ¿sabes qué?, no me gusta platicar así.

-Ok, perdón ¿en qué íbamos?,

-En que íbamos a hacer lo que yo quisiera,

-Ahh sí, entonces ¿qué quieres hacer?,

-No sé. Oye ¿lo has hecho muchas veces?,

-¿Qué?,

-Coger,

-¿Qué clase de pregunta es esa?,

-Perdón, no quise ofenderte,

-No, no es eso, pero se me hizo raro que me preguntaras,

-Y ¿cuándo perdiste tu virginidad?,

-Cuando tenía 17,

-Joven,

-Sí,

-¿Y has tenido muchos novios?,

-Algunos,

-¿Te puedo preguntar algo?,

-Sí,

-Te la han metido por atrás,

-Sí ¿Y tú?

- No a mi no me la han metido.

- No que si ¿lo has hecho así?,

-He estado cerca, por encima, pero nunca adentro,

-¿NOOOO? ¿ni con tu esposa?,

-No a ella no le gustan esas cosas,

-¿Oye dónde estás?,

- En mi oficina,

- ¿Dónde está tu oficina?,

-En el centro,

–No prefieres mejor salir, estoy sola y aburrida.

Se hizo para atrás en su silla, lo que había empezado como un pequeño proyecto de exhibicionismo ahora se tornaba en una posibilidad.

Pasó más de un minuto antes de que se atreviera a contestar, -¿A dónde quieres ir?, -A dónde quieras?, una gota de sudor bajaba por su frente. –¿Hablas en serio?, -Sí, - Soy nueva en la ciudad y no conozco mucho, - Es tarde, ¿A dónde quieres ir?, -Pues a donde me quieras llevar, pero si crees que es mala idea ahí la dejamos. –No espérate, podemos ir al parque Madero, por ahí hay varios hoteles, si es lo que estoy pensando. –Ok, te veo ahí, tengo una blusa roja y unos pantalones negros, búscame.

Se secó el sudor de la frente y trató de hacer bajar la erección que le había provocado la conversación, sin pensar en el asunto, dejó sus papeles sobre el escritorio, mañana si llegaba temprano podía terminar su reporte, tomó las llaves de la camioneta de la compañía, él no tenía coche, se dirigió al parque Madero. Sólo eran unas cuantas cuadras las que tenía que recorrer, pero prefirió hacerlo en carro para llegar más rápido, los negocios, ya habían cerrado, unas cuantas almas en el parque, todos turistas. El temor de ser visto ahí por algún conocido lo mataba, pero tenía a su favor la hora, era tarde y la gente toda estaba refugiada en sus casas. Se sentó en una banca a esperar a CaTaRiNa_24, quien no le había dado su nombre real, por que consideraba más excitante no revelarlo.

Juan se impacientaba habían pasado casi 20 minutos, ya había estado considerando irse, cuando CaTaRiNa_24 apareció, no era nada como se la había imaginado. Era bajita y rechoncita, muy sonriente, usaba lentes, traía unas sandalias que sólo los turistas usan y una cámara fotográfica al cuello. Para ella no fue difícil reconocerlo, por que era el único hombre sentado en una banca vestido de oficinista, -Hola, dijo ella. –¿Para qué la cámara?, -Para tomar fotos. Y sin más el flash explotó en la cara de Juan, -No me tomes fotos, no me gusta. –Está bien, no te enojes.

Caminaron por el parque, por espacio de 15 minutos, ella había ido a la ciudad para asistir a un curso de mercadotecnia, estaría ahí sólo por unos días. Entraron al Hotel San Cristóbal, pidieron una habitación. Él pagó en efectivo con unos billetes que sacó de su bolsillo. El hotel era todo blanco, con innumerables capas de pintura, era unos de los primeros edificios que se habían construido alrededor del parque, un edificio colonial con techos altos y remates garigoleados en las esquinas.

Tomados de la mano caminaban por el largo pasillo, hasta que llegaron a su habitación. Ella como si nada entró y buscó la jarra de agua, se sirvió un vaso y se sentó en la silla junto a la ventana. En el parque no había nadie.

Sin mucha corte él se le acercó. Torpemente la besó en los labios, la hizo que se levantara de la silla, le quitó la blusa por arriba de la cabeza, él ya había perdido la corbata y desabrochaba con rapidez los botones de la camisa, en un segundo los pantalones estaban en el suelo. A ella la tuvo que recostar en la cama para despojarla de los apretados pantalones, el cuerpo de ella era pequeño, redondo y suave, nada parecido a la esbeltez de su mujer, que aún con el embarazo no se redondeaba.

Una voz suave salió de ella, ¿Traes condones?, él sintió como un balde de agua fría le bajaba por la espalda, los condones. –No ¿para qué los queremos?, -¿Cómo que para qué?, -Yo pensé que lo íbamos a hacer por atrás, no los necesitamos, -¿Qué, qué, estás loco?, -¿Por qué?, -Sino hay condón yo no hago nada, -Pero si por atrás no pasa nada, -Ve y consigue un condón o me voy.

Se vistió rápidamente, y corrió hacia el lobby del hotel, pidió con lo que le quedaba de aliento unos condones al empleado, éste sin mucha prisa, le mostró un paquete de tres, pidiendo por ellos casi 7 veces más de lo que costaban en la farmacia, Juan protestó de inmediato arguyendo que él era local, y que esos precios estaban bien para los turistas, el empleado no hizo caso y dijo sin más que eso costaban. Juan sacó su cartera, le faltaban casi 30 pesos, no quería usar la tarjeta por miedo a dejar evidencia, preguntó donde había una caja automática, corrió hacia el banco que estaba a tres cuadras del hotel, sacó el dinero, regresó pagó los condones y se tuvo que soplar los comentarios sarcásticos de los empleados.

Casi sin energía tocó a la puerta de la habitación, CaTaRiNa_24, estaba vestida viendo una película en la televisión, -¿Los conseguiste?, -Sí, -¿Por qué te tardaste tanto?, -Después te cuento, -Oye, te hubiera pedido una Coca-Cola, me muero de sed, -¿Ahorita?, -Sí, por fas, -Mejor después. –No seas malito, ve.

Después de la Coca-Cola, Juan y CaTaRiNa_24, se entregaron al amor. Juan se sintió vacío más vacío de como estaba, no sabía que hacer ni que decir y ciertamente se hacía tarde, su esposa lo esperaba, no lo hicieron por atrás por falta de cercanía, amistad y lubricante. Para CaTaRiNa_24 no había estado tan mal con la excepción de tener que oler la culpa que exudaba Juan.

La fue a dejar a su hotel, sin insistir en un segundo encuentro, se dijeron de todas maneras que se llamarían, sólo para hacer el momento más respirable. Juan se llevó a su casa la camioneta de la compañía, mañana inventaría una excusa para ello. Casi las dos sonaban, la ciudad se había apagado desde las 9. Se estacionó y pudo ver la luz de su casa encendida. Respiró profundo, y se concentró en lo que diría, la clave estaba en no decir mucho para evitar sospechas. Tomó la llave, la metió en el cerrojo, sintió cómo desde adentro le abrían la puerta. Su esposa la abrió de par en par y se le tiró a los brazos, "Juan, Juan que bueno que llegaste, tengo que enseñarte algo". Juan no sabía que decir, de todas las escenas que había recreado en su cabeza esta salía de cualquier posibilidad.

Ella corrió hacia el cuarto como si la barriga la llevara, regresó a la salita y le mostró un papel negro y blanco con la imagen amorfa en el centro, “Juan este es nuestro bebé”. Su cara entera brillaba. -¿Quieres saber que vamos a tener?, Él sólo movió la cabeza. “Es una niña, Juan vamos a tener una niña” Juan se desplomó en el sillón, pensando en qué contestar.

Fabiola

Enero 2005.

Que día es hoy?